Hay un horizonte en mi silencio de estrellas pacíficas y eternas.
Hay un camino donde mis pasos se hacen huella sin memoria, rastro que el aire se lleva en el hondo sentir del instante.
Mi corazón es la estrella más alta y genuina, es el centro sin centro de donde todo nace, la luz que jamás se esconde y que palpita en el ser oleadas de amor brillante.
Nadie sabe si este romance ardiente con el ser es el amor de uno mismo por el todo o el amor del todo hacia uno mismo.
Nadie sabe y no importa quién es el amante o el amado, quién sueña o quién es el soñado... No importa si hay dos cuando sólo son uno en el instante único, en el instante real del canto, de la música pura que siempre sonó en el alma...
Y poco a poco descubres que es perenne la dicha, que es inocente la gracia, la gracia de ser.
Que es no-nacido, cristalino y virgen, el tiempo sin tiempo en que te ves, por vez primera, en cada mirada, en cada encuentro contigo.
Mirarte y descubrir que no necesitas nada para ser, que tu ser irradia ya todo lo deseable...
Y se siente, se siente en lo más profundo de ti, en todos los átomos de tu cuerpo y del universo... se siente, se siente el ser sin mácula que jamás puede perder ni una partícula de su pureza.
Y es belleza, totalidad primigenia, amor constante, este ser que late en tu adentro.
Y se siente que uno es, ahora y siempre, el cielo más alto y deslumbrante... más allá incluso de éste y de todos los universos, en la cumbre oceánica de la dicha.
Y descubres entonces que hay un horizonte en el silencio sagrado de tu alma que suena a música de estrellas.
Desconozco el autor
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