Ahora la humanidad carece de ocios, en buena parte porque nos hemos acostumbrado a medir el tiempo de modo utilitario, en términos de producción.
Antes los hombres trabajaban a un nivel más humano, frecuentemente en oficios y artesanías, y mientras lo hacían conversaban entre ellos.
Eran más libres que el hombre de hoy que es incapaz de resistirse a la televisión.
Ellos podían descansar en las siestas, o jugar a la taba con los amigos.
De entonces recuerdo esa frase tan cotidiana en aquellas épocas:
‘Venga, amigo, vamos a jugar un rato a los naipes, para matar el tiempo, no más’, algo tan inconcebible para nosotros.
Momentos en que la gente se reunía a tomar mate, mientras contemplaba el atardecer, sentados en los bancos que las casas solían tener al frente, por el lado de las galerías.
Y cuando el sol se hundía en el horizonte, mientras los pájaros terminaban de acomodarse en sus nidos, la tierra hacía un largo silencio y los hombres, ensimismados, parecían preguntarse sobre el sentido de la vida y de la muerte.
Ernesto Sábato
La Resistencia
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