Creía, que sí paraba, algo perdía.
Años comió, respiró, y amó rápido.
Un día, ya grande, se dio cuenta que la velocidad fue una niebla densa que hizo que fuera el reloj, y su vida, la arena.
Pero no se iba a rendir.
Empezó a disfrutar cada momento, sabiendo que es único, irrepetible, mágico y fugaz...
Todos los días persigue ese secreto que tiene cada instante.
Anónimo
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