Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo.
Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos.
O un jardín plantado.
Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio adonde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, que tú plantaste, tú estarás allí.
No importa lo que hagas – decía – en tanto que cambies algo respecto a cómo era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después de que separes de ello tus manos.
La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un autentico jardinero esta en el tacto.
El cortador de césped igual podría no haber estado allí.
El jardinero estará allí para siempre.
Ray Bradbury
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