El
perro bajito le dijo al caballo,
"mire
usted podrá correr ligero, pero yo ladro y eso le gusta al amo."
Y
continuó..., "usted corre por los campos en veloz carrera y yo corro a mi
manera, de vez en cuando...
Lo suyo es la nobleza, es erguir la cabeza y no darse por vencido.
Lo suyo es la nobleza, es erguir la cabeza y no darse por vencido.
Lo
mío es la fidelidad, ser buen compañero y brindarme entero por esa
amistad."
El
caballo respondió certero con ganas de refutar que el perro avivado le había
robado la amistad.
"Vaya
y apúrese a recibir a su amo que yo con mi porte fino, con entusiasmo y mucho
tino le relincho desde acá."
El
amo llego cansado y se bajó casi sin saludar, se metió adentro medio apurao'...
A ninguno de los dos los dejo bien plantao'!!!
A ninguno de los dos los dejo bien plantao'!!!
El
perro volvió al establo como quien vuelve resignado y sin emitir bocado se
acostó muy a su pesar.
El
caballo desde el establo lo volvió a torear,
"viste
amigo que te dije saliste entusiasmado por demás...
Y
hacele caso a un sabio que aunque el hombre haya llegado cansado y apurao',
siempre sabe que nuestra amistad nunca le va a faltar y, aunque a veces no se dé
cuenta, que uno necesita su bondad, cuando ande bien en las malas; casi casi
quebrao', un abrazo nos va a pegar, y hasta las lagrimas derramará, porque ni
perro ni caballo nunca lo van a abandonar..."
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