jueves, 25 de junio de 2015

El Pobre Ignorante


Un hombre, muy sencillo y analfabeto, llamó a las puertas de un monasterio.
Tenía deseos verdaderos de purificarse y hallar un sentido a la existencia.
Pidió que le aceptasen como novicio, pero los monjes pensaron que el hombre era tan simple e iletrado que no podría ni entender las más básicas escrituras ni efectuar los más elementales estudios.
Como le vieron muy interesado por permanecer en el monasterio, le proporcionaron una escoba y le dijeron que se ocupara diariamente de barrer el jardín.
Así, durante años, el hombre barrió muy minuciosamente el jardín sin faltar ni un solo día a su deber.
Paulatinamente, todos los monjes empezaron a ver cambios en la actitud del hombre.
¡Se le veía tan tranquilo, gozoso, equilibrado!
Emanaba de todo él una atmósfera de paz sublime.
Y tanto llamaba la atención su inspiradora presencia, que los monjes, al hablar con él, se dieron cuenta de que había obtenido un considerable grado de evolución espiritual y una excepcional pureza de corazón.

Extrañados, le preguntaron si había seguido alguna práctica o método especiales, pero el hombre, muy sencillamente, repuso:
--No, no he hecho nada, creedme.
Me he dedicado diariamente, con amor, a limpiar el jardín, y, cada vez que barría la basura, pensaba que estaba también barriendo mi corazón y limpiándome de todo veneno.

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