Hace algún
tiempo, vivía en las afueras de Bangkok una familia muy pobre.
El hombre,
honrado y trabajador, salía todos los días a buscar leña al bosque, que después
vendía en el mercado de la ciudad, ganando algunas monedas con las que podía
comprar comida para su familia.
Como cada
domingo, su hija, de pocos años, le acompañaba al mercado para ayudarle en su
tarea.
Así, en
cierta ocasión, la pequeña, pasando por delante de una juguetería, se quedó
prendada de un collar de de perlas de plástico.
Imaginando
que ese collar podría convertirla en una princesa de cuento de hadas, la
pequeña, inocentemente, tiró de la mano de su padre, llamándole la atención, y
le preguntó si tendrían dinero para comprar aquel collar.
El hombre,
con lágrimas en los ojos, se disculpó confesándole que apenas tenían suficiente
para comer, y así, apenados, siguieron su camino.
No obstante,
esto no hizo que la pequeña se rindiera y, decidida a juntar el dinero para
comprarlo, trabajó duramente, a cambio de alguna propina, ayudando a los
campesinos del lugar en sus labores, haciendo pequeñas tareas para sus vecinos
o cuidando de otros niños cuando así se lo pedían.
De esta
manera, tras algunos meses de dura dedicación, consiguió las escasas monedas
que costaba el collar y por fin pudo adquirir tan preciada joya.
Cuando se lo
puso se sintió muy guapa y especial.
Aquel objeto
la hacía completamente feliz porque podía disparar su imaginación soñando con
otros mundos llenos de fantasía.
Sin embargo,
cuando cayó la noche, su padre, como todos los días, entró en su dormitorio
para arroparla, pero, viéndola con el collar en el cuello, le preguntó:
-María, ¿me
amas? – Desconcertada, la niña contestó.
– Por
supuesto que te quiero, papá. Eres la persona más buena del mundo.
Veo cómo
trabajas todos los días para que podamos salir adelante.
Te quiero
muchísimo
-María –
repuso el hombre –
Si me amas,
regálame tu collar de perlas –
Con el
rostro desencajado, agarrando su collar con ambas manos, la niña contestó:
- Papá, por
favor, no me pidas que te regale mi collar de perlas, pues me es muy querido.
He trabajado mucho para conseguirlo y lo he deseado desde hace mucho tiempo. Si
quieres, te ofrezco cualquier otra cosa. Trabajaré contigo hasta quedar
extenuada, pero, por favor, no me pidas mi collar de perlas –
El padre,
quitándole importancia a su pregunta, le dio un beso en la frente y salió de la
habitación.
No obstante,
al día siguiente, a la hora de acostarse, el hombre, arropando a la pequeña,
volvió a preguntarle:
- María, ¿me
amas?-
Tapándose el
collar, la pequeña afirmó
-¡Por encima
de cualquier cosa!
- Si me amas
– siguió el padre - Dame tu collar de perlas
- Por favor,
por favor – suplicó la niña - No me pidas mi collar de perlas, me ha costado
tanto ganarlo y deseaba tanto tenerlo. Si quieres te doy cualquier otra cosa.
Lo que me pidas menos mi collar de perlas –
El padre,
como la vez anterior, quitándole importancia al asunto, le dio un beso en la
frente y salió de la habitación.
Sin embargo,
al día siguiente, volvió al cuarto de la pequeña para arroparla, pero esta vez
ella lo estaba esperando con lágrimas en los ojos.
- María,
¿qué te sucede?, ¿por qué lloras?
- Toma papá,
mi collar de perlas. ¡Te lo regalo!
- ¿Ya no lo
quieres? – Preguntó el hombre
- ¡Oh, sí
que lo quiero! – Respondió la pequeña, pero te lo doy porque tú me lo has
pedido y te quiero más a ti –
En ese
momento el padre se sentó junto ella, cogiendo y guardando el collar de perlas
con una mano mientras sacaba del interior de su otro bolsillo un precioso
collar de perlas auténticas que refulgían cual luceros bajo el sol, y se lo dio
a su hija diciendo:
- Este es el
collar de perlas que ha pasado de generación en generación en nuestra familia,
de padres a hijas, a través de los tiempos, solamente cuando ellas aprendieron
a valorar más el corazón de sus semejantes que los objetos materiales. El
egoísmo es el mal que arruina a la humanidad. Recuerda siempre esta lección:
“Nunca
valores más a las cosas que a las personas, sobre todo si es alguien que cada
día te demuestra su amor.
El amor por los seres, querida niña, debe ser siempre
la luz que te guíe"
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