Cuenta una
historia del siglo
XII, que el primer monje japonés
que viajó a China para estudiar Chan, cuando regresó a su casa, encontró una citación de la corte japonesa.
Allí, en una reunión que
recuerda al Emperador chino Wu
y el Bodhidharma
unos setecientos años antes, el Emperador
de Japón le mandó describir las enseñanzas de este extraño nuevo culto.
El monje perplejo (recordado
por el nombre Kakua) respondió con nada más que una melodía con su flauta, dejando el tribunal estupefacto.
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