Cada día, el viejo sabio caminaba tranquilamente.
Sus discípulos eran escasos, porque él no se mostraba hablador.
Hablaban ellos y él se contentaba con una ligera inclinación de cabeza o con una reflexión aquí y allá.
Enseñaba mas con sus actos que con sus palabras.
A ellos les correspondía averiguar el significado.
A veces le llamaban el sabio loco por su manera de desconcertar a sus estudiantes.
Un día, uno de ellos le preguntó: -¿Puedo hablar contigo?
Sus discípulos eran escasos, porque él no se mostraba hablador.
Hablaban ellos y él se contentaba con una ligera inclinación de cabeza o con una reflexión aquí y allá.
Enseñaba mas con sus actos que con sus palabras.
A ellos les correspondía averiguar el significado.
A veces le llamaban el sabio loco por su manera de desconcertar a sus estudiantes.
Un día, uno de ellos le preguntó: -¿Puedo hablar contigo?
-Por supuesto. Búscame mañana por la mañana en el ciruelo a la salida del sol.
A la hora convenida, el estudiante acudió a la cita.
El sabio no estaba. El tiempo pasó y pasó.
Por fin el joven se fue decepcionado.
Al día siguiente, cuando volvió a ver al sabio, exclamó:
A la hora convenida, el estudiante acudió a la cita.
El sabio no estaba. El tiempo pasó y pasó.
Por fin el joven se fue decepcionado.
Al día siguiente, cuando volvió a ver al sabio, exclamó:
-¿Dónde estabas? No te vi bajo el ciruelo.
-Estaba en el árbol, ¿Por qué no miraste arriba?
Yo te lo dije muy claro: < En el ciruelo >
Escucha lo que te dicen y aprende a observar a tu alrededor.
-Estaba en el árbol, ¿Por qué no miraste arriba?
Yo te lo dije muy claro: < En el ciruelo >
Escucha lo que te dicen y aprende a observar a tu alrededor.
No te quedes con lo que parece obvio.
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