¿Cómo sería el mundo en el que viven nuestros hijos, si les enseñáramos desde pequeños que, además de los sentidos comunes (tacto, vista, oído, gusto, olfato), también están dotados de un sentido más profundo?, de la energía de las cosas, las personas, los animales, las plantas, ¿un sentido que podría darles un conocimiento mucho más profundo de lo que hay, más allá de la superficie o forma de las cosas?
Este sentido se cultiva con paciencia, en silencio, a través de la apertura del alma, con amor.
Es deseable enseñar a los niños, desde temprana edad, a tener un contacto natural con esta profundidad de las cosas, porque esta naturalidad en "leer" la información en el entorno podría cambiar significativamente sus prioridades.
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