La
historia se refiere a una persona que se mudó de aldea, en la India, y se
encontró con lo que allí llaman, un sennyasi.
Éste
es un mendicante errante, una persona que, tras haber trascendido la mente,
comprende que el mundo entero es su hogar, él se ve en todos los seres vivos, y
el cielo, es su techo.
Entonces
se traslada de un lugar al otro.
Tal
como tú y yo nos trasladaríamos de una habitación a otra del hogar.
Al encontrarse con el sennyasi, el aldeano dijo:
-¡No lo puedo creer! Anoche soñé con usted. Soñé que una voz me decía:
‘Mañana por la mañana abandonarás la aldea, hacia las once, y te encontrarás con este sennyasi errante, y aquí me encontré con usted’.
-¿Qué más le dijo esa voz? Preguntó el sennyasi.
Me dijo:
Al encontrarse con el sennyasi, el aldeano dijo:
-¡No lo puedo creer! Anoche soñé con usted. Soñé que una voz me decía:
‘Mañana por la mañana abandonarás la aldea, hacia las once, y te encontrarás con este sennyasi errante, y aquí me encontré con usted’.
-¿Qué más le dijo esa voz? Preguntó el sennyasi.
Me dijo:
-‘Si
el hombre te da una piedra preciosa que posee, serás el hombre más rico del mundo...
¿Me daría usted la piedra?’
Entonces, el sennyasi revolvió en un pequeño zurrón que llevaba y dijo:
-¿Será ésta la piedra de la cuál hablabas?
El aldeano no podía dar crédito a sus ojos, porque era un diamante, el diamante más grande del mundo.
Entonces, el sennyasi revolvió en un pequeño zurrón que llevaba y dijo:
-¿Será ésta la piedra de la cuál hablabas?
El aldeano no podía dar crédito a sus ojos, porque era un diamante, el diamante más grande del mundo.
-¿Podría
quedármelo?
-Por supuesto, puede conservarlo; lo encontré en un bosque. Es para usted.
Siguió su camino y se sentó bajo un árbol, en las afueras de la aldea.
-Por supuesto, puede conservarlo; lo encontré en un bosque. Es para usted.
Siguió su camino y se sentó bajo un árbol, en las afueras de la aldea.
El
aldeano tomó el diamante y... ¡qué inmensa fue su dicha!
Como
lo es la nuestra el día en que obtenemos algo que realmente deseamos.
El aldeano, en vez de ir a su hogar, se sentó bajo un árbol y permaneció todo el día sentado, sumido en meditación.
Al caer la tarde, se dirigió al árbol bajo el cual estaba sentado el sennyasi, le devolvió a éste el diamante y dijo:
El aldeano, en vez de ir a su hogar, se sentó bajo un árbol y permaneció todo el día sentado, sumido en meditación.
Al caer la tarde, se dirigió al árbol bajo el cual estaba sentado el sennyasi, le devolvió a éste el diamante y dijo:
-¿Podría
hacerme un favor?
-¿Cuál? Le preguntó el sennyasi.
-¿Podría darme la riqueza que le permite a usted deshacerse de esta piedra preciosa tan fácilmente?
-¿Cuál? Le preguntó el sennyasi.
-¿Podría darme la riqueza que le permite a usted deshacerse de esta piedra preciosa tan fácilmente?
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