¡Qué feliz eres, niño, sentado en el polvo,
divirtiéndote toda la mañana con una ramita rota! Sonrío al verte jugar con este trocito de madera. Estoy ocupado haciendo cuentas, y me paso horas y horas sumando cifras. Tal vez me miras con el rabillo del ojo y piensas: « ¡Qué necesidad perder la tarde con un juego como ese! » Niño, los bastones y las tortas de barro ya no me divierten; he olvidado tu arte. Persigo entretenimientos costosos y amontono oro y plata. Tú juegas con el corazón alegre con todo cuanto encuentras. Yo dedico mis fuerzas y mi tiempo a la conquista de cosas que nunca podré obtener. En mi frágil esquife pretendo cruzar el mar de la ambición, y llego a olvidar que también mi trabajo es sólo un juego.
Rabindranath Tagore
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domingo, 9 de octubre de 2016
Juguetes
Etiquetas:
poemas,
rabindranath tagore,
reflexiones
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