Por
diversas razones que quizá incluyan al azar, al destino y a la torpeza
colectiva, hoy vivimos una realidad un tanto frenética.
Si
bien el actual escenario tiene innumerables bondades, existen ciertos aspectos
de él que nos sugieren desaciertos importantes.
La
productividad, la rapidez y la funcionalidad, son solo algunas de las
características que hemos privilegiado culturalmente, con el suficiente exceso
como para dar lugar a estilos de vida marcados por el estrés, la frivolidad y
la automatización de procesos que antes enriquecían, de manera deleitante,
nuestra existencia –por ejemplo los traslados.
Dentro
de este modelo que aspira a la síntesis funcional y acelerada de la vida, uno
de los actos en esencia subversivos es el de caminar a la deriva.
Caminar
podría traducirse como el no tener la solvencia económica para moverte de otra
forma (una afrenta contra la ‘evolución financiera’ de la especie), no tener
prisa para llegar a tu destino (un insulto contra la noción de producir y ser
eficiente) y, evidentemente, remite a un medio de transporte que está
lejos de la funcionalidad del automóvil, la practicidad del transporte público
o el coolness de la bicicleta.
En
cuanto a la otra variable, el "sin destino", se trata de un franco
agravio contra todos estos valores culturales, tan radical que incluso podría
calificar como un absurdo.
Caminar
es sin duda una de las mejores rutas para revertir la auto-percepción
fragmentada.
Si
bien nos enseñaron que nuestro cuerpo está separado de nuestra mente, nosotros
del paisaje, y este del todo, algo muy especial ocurre mientras caminamos:
Las
barreras culturales se van diluyendo rítmicamente hasta fundirse, y entonces el
músculo de tu pierna es a la vez los árboles que, estáticos, te acompañan, y
tus pensamientos se condensan en la sombra de tus pasos.
"Caminar
es una forma de reclamar el mundo. Atenta contra la velocidad del pensamiento,
contra la inercia de los días y la separación tajante entre el cuerpo y la
razón, que sufre tanto hoy en día.", dice Lucia Ortiz Monasterio en su
texto "Sobre salir a caminar".
Y
es que caminando nos auto-reafirmamos pero no como seres aislados, sino como
engranes de un ritmo que nos trasciende y, proporcionalmente, nos
aligera.
El
ir "a la deriva" se perfila como una actividad existencialmente
estética, que privilegia la espontaneidad sobre el programa y que descarta
orígenes y destinos –pues prefiere disolverlos para formar un solo cuerpo, el
trayecto.
Así
que de acuerdo a las dos variables que confluyen en esta actividad, el caminar
sin rumbo no solo encarna una especie de manifiesto anti-geográfico y
anti-temporal, también se desliga de múltiples exigencias socioculturales que
atentan contra nuestra calidad de vida.
Lamentablemente,
hoy existen pocos estímulos y muchas dificultades para el “caminante a la deriva”,
tales como obligaciones laborales que no admiten alteraciones en la agenda o
pseudo-planificaciones urbanas que hacen cada vez menos caminables algunas
ciudades, etc.
Además,
la noción de hacer algo por el simple hecho de hacerlo, sin expectativas o
planes de por medio, se califica como una pérdida de tiempo o, en el mejor de
los casos, como una actividad ‘poco rentable’.
Esto
nos lleva a que, por ejemplo, si bien en el Reino Unido prácticamente todos los
habitantes aseguran caminar al menos distancias cortas en su vida diaria, solo
el 17% admita que, lejos de toda praxis, camina por el simple gusto de hacerlo
(y este sector incluye a aquellos que lo hacen paseando a sus perros).
En
medio de este contexto poco amigable con las caminatas azarosas, un arte que ya
solo practican vagabundos, fantasmas, y unos cuantos rebeldes, emerge ese
llamado a remar contra la corriente, a valorar el placer implícito en el
ejercicio de la ‘contraculturalidad’ y la oportunidad de reafirmarnos como
potenciales amigos del caos original.
No
descartemos que la veta más genuina de la subversión se manifieste hoy en esta
práctica.
Y
tú…
¿Cuándo
fue la última vez que saliste a caminar por el simple gusto de hacerlo y sin un
pretexto práctico de por medio?
¿Hace
cuánto que no opones resistencia a la fusión original entre movilidad y azar? ¿Sabías
que el único destino posible es el camino?
Javier
Barros Del Villar
Twitter
del autor: @ParadoxeParadis
http://pijamasurf.com/2014/05/caminar-sin-rumbo-un-arte-en-peligro-de-extincion/#.V-kMsvpDBh0.facebook
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