Durante
la era Kamakura, cuando la monja Chiyoko era una estudiante de zen bajo la guía
de Buko, en el monasterio de Engaku, tuvo que esperar muchos años antes de
degustar el sabor de la meditación.
Cierta
noche de luna llena, Chiyoko traía agua del pozo en un viejo cubo atado con
hojas de bambú.
Estas
se rompieron y la base del cubo se desprendió, derramándose toda el agua al
exterior.
En
ese instante, Chiyoko se liberó y en conmemoración del momento escribió este
poema:
Día
tras día traté de salvar mi viejo cubo, pues las tiras de bambú estaban
debilitándose y amenazaban con romperse.
Hasta
que al fin la base cedió.
¡No
hay ya agua en el cubo!
¡No
hay ya luna en el agua!
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