Una
mujer se acercó a mi maestro y le dijo:
-Explíqueme
qué diferencia hay entre el sufismo y el Islam.
Pero
mi maestro, mirándola a los ojos, descubriendo su alma, le dijo:
–Señora,
usted es una discutidora y ha venido aquí a discutir, no obstante, se equivoca
de maestro y de disciplina, nuestra religión y nuestra práctica es guardar
silencio y danzar. Todas las preguntas se disuelven en la danza del amor. Si
quiere encontrarlas, entre en la Taberna, gire, beba y emborráchese. Olvídese
de todo lo que cree conocer. Aquí no hay lugar para el ego, sólo cabe el
corazón. Queme su arrogancia con el fuego del no-sé y podrá derretirse en la
experiencia de Dios. Donde termina la razón, comienza la mística, porque la
mente no puede entrar allá donde mora el corazón. La mente utiliza el lenguaje
para expresarse, el corazón sólo entiende de pasión. Mi única respuesta para
usted es ésta: ¡Dance! Piérdase de vista.
No piense, ¡sienta!, porque...
“El corazón no negó aquello que vio…” Sagrado
Corán 53:11
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