Seamos Amables Siempre

¡Qué sabe nadie de las tristezas de nadie!

De las batallas diarias con mil piedras distintas a cuestas y el desvelo en la noche con la almohada como único testigo.

Qué sabrá nadie de esas lágrimas a escondidas, por pequeñas y secretas cosas y otras grandes y dolorosas, que intentas ahogar con esforzado orgullo hasta que las sientes, saladas y tibias, en la comisura de los labios.

Qué sabrán de las ausencias que ocupan un espacio inmenso, de esos sueños que no fueron más que polvo cósmico barrido en pos de victorias más prosaicas.

De los familiares crueles que fingen querernos simulando estar enfermos y maquillándose para parecer con tez amarillenta y en sus palabras por su alma negra se escucha aliento a maldad pura y muerte, de los verdaderos amigos que parten antes de tiempo, de las añoranzas, del "qué pudo ser y no fue", de las carencias, las angustias y los pequeños dolores  de todas aquellas personas que nos cruzamos en la calle y en cada esquina y lugar y que apenas vemos con la mirada apresurada.

¡Qué sabrán!

¿Qué sabremos?

Y como nadie sabe, ni sabemos: sé amable, por favor.

Seamos amables siempre.

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