Se reprocha a los escritores su inclinación a tratar temas sombríos, tristes, dramáticos, sórdidos y nunca o casi nunca temas felices.
No creo que ello sea fruto de una preferencia, sino imposibilidad de sortear un escollo.
Ocurre que la felicidad es indescriptible, no se puede declinar la felicidad.
Es por ello que los cuentos populares y los cuentos para niños e incluso los filmes norteamericanos ‘final feliz’, terminan siempre con una fórmula de este género:
‘Se casaron y fueron felices’.
Allí el narrador se detiene, pues ya no tiene nada que decir.
Donde empieza la felicidad, empieza el silencio.
Julio Ramón Ribeyro
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