“No mire lo que hagan los demás.
No le importe un pepino lo que opine el
prójimo.
Sea usted, usted mismo sobre todas las
cosas, sobre el bien y el mal, sobre el placer y sobre el dolor, sobre la vida
y la muerte.
Usted y usted.
Nada más".
“Y será fuerte como un demonio entonces.
Fuerte a pesar de todo y contra todos.
No importe que la pena lo haga dar de
cabeza contra una pared, interróguese siempre, en el peor minuto de su vida, lo
siguiente: ‘¿Soy sincero conmigo mismo?’
Y si el corazón le dice que sí, y tiene que
tirarse a un pozo, tírese con confianza.
Siendo sincero no se va a matar, porque no
se puede matar.
La vida, la misteriosa vida que rige
nuestra existencia impedirá que usted se mate tirándose al pozo. [...]
Me dirá usted: ‘¿Y si los otros no
comprenden que soy sincero?’
¡Qué le importa a usted de los otros!
La tierra y la vida tienen tantos caminos
con alturas distintas, que nadie puede ver a más distancia de la que dan sus
ojos.
[...] Me dirá usted: ‘¿Y si me equivoco?’
No tiene importancia.
Uno se equivoca cuando tiene que
equivocarse.
Ni un minuto antes ni un minuto después.
¿Por qué?
Porque así lo ha dispuesto la vida, que es
esa fuerza misteriosa.
Si usted se ha equivocado sinceramente, lo
perdonarán.
O no lo perdonarán.
Interesa poco.
Usted sigue su camino [...]
La sinceridad tiene un doble fondo curioso.
No modifica la naturaleza intrínseca del que
la práctica, y sí le concede una especie de doble vista, sensibilidad curiosa,
y que le permite percibir la mentira, y no sólo la mentira, sino los
sentimientos del que está a su lado.
Hay una frase de Goethe, respecto de este
estado, que vale un Perú.
Dice:
‘Tú que me has metido en este dédalo, tú me
sacarás de él’.
Vea, amigo: hágase una base de sinceridad,
y sobre esa cuerda floja o tensa cruce el abismo de su vida, con su verdad en
la mano y va a triunfar.
No hay nadie, absolutamente nadie, que
pueda hacerlo caer.
Y hasta los que hoy le tiran piedras, se
acercarán mañana a usted para sonreírle tímidamente.
Créalo, amigo.
Un hombre sincero es tan fuerte que sólo él
puede reírse y apiadarse de todo.
Roberto Arlt
Fragmento de
"La Terrible Sinceridad