Todas las noches al meterse el sol comenzaba el Sereno a iluminar las calles. Su nombre era Pedro, mejor conocido en el municipio como “Pedrito”. El era un Español que después de la guerra de independencia fue de los pocos españoles que decidieron quedarse vivir en México. Su trabajo principal era iluminar una por una todas las farolas de la comunidad y también cuidaba las calles de los bandidos. Al percatarse de un asalto u homicidio, accionaba un silbato y gritaba eufóricamente para que los demás Serenos acudieran al aviso.
Yo era Raúl hijo de Padres españoles y muy amigos del Sereno Pedrito. Todas las noches le teníamos preparado un café y galletas de manzana para amenizarle el turno. Y en las mañanas nos despertábamos muy temprano para invitarlo al desayuno.
Recuerdo muy claro ese terrible acontecimiento, esa noche vimos a Pedrito como todos los días llego a la casa y le invitamos su café negro muy cargado como le gustaba a él, decía que le gustaba estar alerta durante la noche y más en esos días se había desatado una ola de asaltos frecuentemente y muchas personas del municipio temían salir por la noche. Por eso Pedrito estaba muy preocupado pues él pensaba que quizá detrás de esos misteriosos asaltantes había personas muy cercanas a él.
Y después de tomarnos el café y comer las deliciosas galletas de manzana que preparaba mi madre nos despedimos de Pedrito quien comenzaría su turno y le dijimos que lo esperábamos en la mañana para desayunar huevos de gallina con pan de trigo.
Al día siguiente me levante muy temprano para ordeñar la vaca, mi madre estaba en la granja buscando los huevos entre las gallinas y mi padre juntaba la leña para encender la fogata. Esa mañana amaneció muy fría, el viento que llegaba quemaba la piel y emitía un zumbido escalofriante. Salí a la calle para observar si venia el Sereno, el reloj marcaba las 7 en punto de la mañana, era la hora en que Pedrito llegaba. Y de tanto frio que hacia me volví a meter a la casa a ponerme un abrigo parisino que me había regalado mi abuelo Francés.
Por lo general Pedrito era muy puntual y al ver que no llegaba nos preocupaba un poco. Media hora después del tiempo establecido observe que a lo lejos venia Pedrito, con ese caminar tan característico, lento, encorvado y con la mirada siempre al piso. Me emocione y le grite a mi madre que fuera preparando la mesa. Sin embargo conforme se iba acercando, una sensación extraña e incómoda invadía mi cuerpo, todo parecía normal, excepto por que esta vez Pedrito no venía haciendo su trabajo de las mañanas que era apagar las farolas y tampoco venia silbando como lo hacía todos los días.
Y de repente todos los perros de la calle comenzaron a ladrarle eufóricamente e inclusive “Juanito” nuestro labrador comenzó a gruñir de manera muy extraña. Yo me moleste con mi perro pues él nunca le ladraba a Pedrito todo lo contrario, al verlo siempre corría tras el moviendo la cola de alegría. Pero esa mañana era muy anormal, y entre más se acercaba “Pedrito el sereno”, más miedo y escalofríos me daban y los perros se volvieron locos, comenzaron aullar como lobos y el sonido que surgía era escalofriante.
Yo miraba insólito los pasos de Pedrito que quizá por el nerviosismo imaginaba que venía flotando y conforme se acercaba, el viento se arreciaba y tumbaba agresivamente las hojas de los árboles. Esta vez Pedrito se miraba diferente, su actitud al caminar me transmitía un terrible presagio, me provocaba miedo, tristeza y peligro a la vez. Y fue tanta la sensación negativa e incómoda que sentí, que me metí a la casa antes de que Pedrito llegara hasta mí.
Y por la ventana mire como Pedrito se pasó de largo y siguió caminando. Y no lo podía creer, esa persona definitivamente no era Pedrito, es más, eso ni si quiera era una persona era un ente maligno.
Y con mucho miedo abrí un poco la puerta y me entre asome y vi con mis propios ojos como la figura de Pedrito se esfumo entre el viento. Y los perros seguían aullando sin parar, y nuestro labrador con la cola entre las patas lloraba de miedo escondido debajo de la cama.
Mis padres quienes estaban en la cocina esperando a Pedrito para desayunar, me miraban impactados y me preguntaron preocupados que me pasaba. Mi rostro pálido, mi mirada perdida y mi cuerpo temblando de miedo me delataban. Trate de explicarle todo lo que acaban de ver mis con mis propios ojos y se quedaron atónicos no sabían si creerme o reír, no les parecía coherente lo que yo decía.
Pasaron las horas y nos enteramos que Pedrito había fallecido en la noche, al parecer estaba trabajando normal y un malestar lo hizo regresar a casa. Murió en su cama sin que nadie pudiera auxiliarlo.
Pero lo verdaderamente terrible llego después, una desconocida epidemia comenzó a matar a muchas personas y todas morían de la misma forma que Pedrito. Los mismos síntomas que todos decían sentir: Fuertes dolores en el cuerpo y asfixia.
Llegue a la conclusión de que esa mañana no era Pedrito el SERENO lo que vi, ese día… era la MUERTE que venía a llevarse a muchas personas.
Leyenda mexicana
Créditos: Richard Van.