jueves, 4 de junio de 2020

Los Dos Jarrones


Cada mañana una anciana salía de su cabaña para ir a buscar agua al río.
Llenaba totalmente dos grandes jarrones que llevaba sobre los hombros, cada uno suspendido en el extremo de una vara.
Un jarrón era perfecto, mientras el otro tenía una rajadura y, de la pequeña rajadura, durante el regreso perdía la mitad de su contenido.
Durante años siguió así: la mujer llenaba dos los jarrones de agua pero solo llegaba a casa uno y medio.
El jarrón perfecto estaba orgulloso de sus resultados, mientras que el pobre jarrón muerto estaba triste, teniendo conciencia de que, debido a su defecto, solo hacía la mitad de la tarea para la que había sido fabricado.
Entristecido por su fracaso, un día el jarrón con la rajadura habló a la mujer a lo largo del camino:
‘Me avergüenzo de mí mismo, sé que de esta rajadura en mi lado, aunque no queriéndolo, disperso el agua por todo el camino a tu casa’.
La anciana sonrió y le dijo:
‘¿No te has dado cuenta de que de tu lado del camino hay tantas hermosas flores, mientras que del otro lado no hay nada?’
‘Yo siempre supe de tu pequeño defecto, así que planté muchas semillas de flores en tu lado del camino y día a día, mientras volvíamos, sin darte cuenta tú las regabas.
Durante años he podido recoger esas hermosas flores para decorar la mesa y la casa. Si no hubieras sido como eres, no podría haber disfrutado del perfume y la belleza de esas flores.’
Ninguno de nosotros carece de defectos. Pero son esos detalles los que hacen nuestra convivencia interesante e incluso satisfactoria.


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