Aunque los demás tengan defectos, concéntrate en los
propios.
Algunas personas tienen el hábito de culpar a otros.
Algunas personas tienen el hábito de culpar a otros.
Tal vez todos tengamos esa debilidad.
La lista de chivos expiatorios para nuestras miserias
es ingeniosa e interminable.
Los padres, la comunidad, los maestros, el gobierno e
incluso demonios y dioses son todos invocados cuando tenemos problemas.
Si las dificultades verdaderamente vienen de fuera, el
problema no es el culpar.
En esos casos, el curso de acción es muy claro:
‘Neutralizar esa influencia’.
Si el problema viene de dentro, la solución también
tiene que venir de adentro.
Antes de que culpes a tus amigos, parientes, o maestros
por malos hábitos y falta de visión, deberías recordar que no hay que culpar a
nadie sino a ti mismo.
Es igualmente un error el perder la autoestima simplemente porque tienes algunos defectos.
Es igualmente un error el perder la autoestima simplemente porque tienes algunos defectos.
Ver tus deficiencias y tomar medidas para eliminarlas
debería ser visto como un proyecto desapasionado.
No eres despreciable porque asumes la tarea de elevarte
sobre tus defectos.
Esa descripción es sólo para quienes nunca intentan
perfeccionarse a sí mismos.
Todos tenemos un núcleo perfecto, un yo especial
dentro.
Esa pureza es perfecta y sagrada; por lo tanto, nadie
es peor que otro.
Todos estamos en este planeta simplemente para volver a alcanzar ese yo puro.
Cuando alcanzamos ese espíritu, no hay defectos y no hay culpa.
Todos estamos en este planeta simplemente para volver a alcanzar ese yo puro.
Cuando alcanzamos ese espíritu, no hay defectos y no hay culpa.
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