viernes, 10 de abril de 2020

Creyente


Se cuenta que un viejo árabe, analfabeto, oraba con tanto fervor y con tanto cariño cada noche que cierta vez el poderoso jefe de una gran caravana lo llamó a su presencia y le preguntó:
- ¿Por qué oras con tanta fe? ¿Cómo sabes que Dios existe cuando ni siquiera sabes leer?
El viejo respondió:
- Gran señor, conozco la existencia de Dios por las señales que nos muestra.
El jefe indagó con algo de sorpresa:
- ¿Cómo así?
El humilde siervo le explicó:
- Cuando usted recibe una carta de alguna persona ausente ¿cómo sabe quién la escribió?
El jefe respondió:
- Por la letra.
- Cuando usted recibe una joya, ¿cómo obtiene información acerca de la persona que la elaboró?
El jefe volvió a responder:
- Por la firma del orfebre.
El viejo sonrió y agregó:
- Cuando oye pasos de animales alrededor de la tienda ¿cómo sabe, después, si fue un carnero, un caballo o un buey?
Sorprendido, el jefe respondió:
- Por las huellas.
Entonces, el viejo creyente lo invitó a salir de la barraca y, mostrándole el cielo, donde la Luna brillaba rodeada por multitudes de estrellas, exclamó respetuosamente:
- Señor, aquellas señales, allá arriba, ¡No pueden ser de los hombres!
En ese momento, el orgulloso jefe de la caravana también comenzó a orar.

Autor Desconocido

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