Tuve un profesor de latín
que solía contar esta anécdota de Quevedo.
La reina Isabel de Borbón
era renga, pero nadie se animaba a mencionar esta discapacidad. Quevedo hizo
una apuesta con sus amigos: que él sería capaz de decirle en la cara a la reina
que era renga. Un día apareció en la Corte con una rosa blanca en una mano y
una rosa roja en la otra. Se dirigió a Isabel y, luego de una reverencia, dijo:
-Entre esta rosa blanca y esta rosa roja, Su Majestad escoja.
-Entre esta rosa blanca y esta rosa roja, Su Majestad escoja.
Tomada del muro de Daniel Paz
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