Y entonces describe la locura, la psicosis, las teorías absurdas sobre su origen, los remedios.
Describe la escena de un extranjero (un 'turista') en Milán que toca un muro del duomo y es linchado por la multitud porque se le acusa de dispersar la enfermedad.
Pero hay una cosa que Manzoni describe bien, sobre todo, y que recupera de Boccaccio: el momento de prueba, de discriminación, entre humanidad e inhumanidad.
Boccaccio sí que la había visto, la peste.
Él había visto amigos, seres queridos, familiares, incluso su padre, morir.
Y Boccaccio nos explica que el efecto más terrible de la peste era la destrucción de la vida civil.
Porque el vecino empezaba a odiar al vecino, el hermano empezaba a odiar al hermano, e incluso los hijos abandonaban a sus padres.
La peste ponía a los hombres contra los otros.
Él respondía con el Decameron, el mayor himno a la vida y a la buena civilización.
Manzoni respondía con la fe y la cultura, que no evaden los problemas, pero, decía, enseñaban cómo enfrentarlos.
En general, ambos respondían de forma similar: invitando a ser hombres, a seguir siendo humanos, cuando el mundo se vuelve loco."
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