Es posible que aspiremos profundamente a ir más despacio, a ser más compasivos, más intrépidos, a vivir con más confianza y dignidad, pero a menudo no somos capaces de lograr estas cosas porque estamos encajonados en nuestra manera de hacer las cosas y nuestras mentes parecen inflexibles.
La
suavidad de la flor nos conmueve, pero no encontramos el modo de acomodarla.
Quizá sintamos que nuestra capacidad de amar o sentir compasión es limitada y
que, sencillamente, así son las cosas.
El problema que tenemos la mayoría de nosotros es que estamos intentando hacer que una flor crezca sobre la roca sin antes haber preparado el jardín convenientemente; no hemos entrenado nuestras mentes.
Limitarse
a dejar caer unas cuantas semillas sobre el duro terreno y esperar a que salgan
las flores no funciona, pues antes hay que labrar la tierra y eso requiere
esfuerzo.
Primero tenemos que apartar las rocas y desmalezar, después tenemos que
ablandar el terreno y echar una buena capa de tierra.
Esto
es lo que estamos haciendo cuando aprendemos a aquietarnos pacíficamente en la
meditación sentada: crear un espacio en el que pueda prosperar nuestro jardín.
Después será posible cultivar las cualidades que nos permiten vivir plenamente,
como si estuviéramos en la flor de la vida.
Sákyong Mípham
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