Todas las cosas están sujetas a cambio, son impermanentes, como afirman los budistas.
También el éxito, las victorias y las
ganancias.
Por eso, conviene caer y fracasar de vez en
cuando, desarrollar el músculo de la frustración alguna vez, es importante saber
resbalar dignamente hacia la impotencia y la humildad, y sentir los límites y
la tristeza, el aroma húmedo de lo humano.
Los inevitables obstáculos del camino nos
hacen fuertes y más reales; de vez en cuando necesitamos lágrimas para mantener
lubricadas las bisagras de nuestra fragilidad y apertura emocional y de nuestra
cercanía con los demás.
Joan Garriga
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