Sus padres le llamaron Trípode.
Le encantaba dar el
cante aunque en lugar de un micrófono le dieran con un canto entre los dientes.
El parque era su escenario favorito, su Hogar.
Pero al nacer con una “patita
fea”, enseguida se sintió raro, extraño, diferente, como si de otro planeta
procediera, como si se tratara de un Animal.
Creyó que nadie se Sentaría en él
“como en casa”, así que decidió apagar su Voz a pesar de las “tablas” tan
preciosas que tenía.
A medida que fue pasando el tiempo, el equilibrio se le
escapaba por el hueco de sus complejos cada vez más.
Se tiraba horas y horas
perdido entre aceras de hormigón hasta que un Norte con muchas cuerdas le
sacaba de un pobre pozo sin fondos en el que siempre caía, le “cantaba las 40”
melodías que latían en su Corazón y le “ponía de nuevo en su lugar”.
Estuvo
mucho tiempo sin trabajar, parado en su propia cola y lamentándose de su
dichosa soledad.
Una tarde de primavera, de repente y sin mediar
palabras sin sentido, su sangre de madera se alteró y, al estornudar, una nota
de Silencio se le apareció. Trípode, con los ojos más abiertos que un pecho
enamorado, se quedó sin tono, casi transparente, más blanco que una página sin
pasado con mil historias por dibujar.
Y justo en ese Instante, una Libertad
para él desconocida, se posó sobre su altar.
Se sintió tan en Paz, tan dichoso
y tan feliz, que empezó a cantar y cantar y
cantar.
Como cuando aún no se
creía que le faltaba algo.
Como cuando aún no recordaba lo que era el Olvidar.
Unos pajaritos muy risueños, en Banda-da instrumental, le corearon con su
piolar, dulce piolar, hasta que una serenata muy serena viajó hacia los oídos
de una Compañía muy reConocida a la que nunca puedes abandonar: 'LaTuya Cia'.
Y así fue como Trípode se transformó en un Encantador
de Almas Transitorias que hacían una parada en su Taberna para deleitarse con
la melodía de su auténtico Brillar.
Olas y Olés interminables llenaban cada
vacío de su espacio rectangular.
Había una Lista que siempre se hacía esperar
pero acababa entrando más tarde que temprano y sin un “mu” que rechistar.
Le apodaron “El Flamenquito”, por la pata “chunguita”
que no le crecía y el piquito de oro que tenía.
Su clave musical era sostener
el Sol que en su Interior lucía cuando un gallo con muy pocos huevos por
peteneras le salía.
“Tan agustito” estaban todos los Bípodes allí asentados que
decicieron preOkuparse, por Siempre Jamás, de que al Banco Cantarín no le
faltara ni una moneda de Cambio para aquellos que estaban hartos de tanto
Esconderse, de tanto Huirse y de tanto Refugiarse, con papeles o sin, en un
lugar muy habitual y muy poco normal, en el que la mayoría de los Seres se
ahogaban y soñaban con escapar:
'la Isla del Miedo, del miedo a Amar'.
Cuenta la leyenda que, Vidas más tarde, las patas de
Trípode se Unieron para formar un grupo al que llamaron:
'Las Tres+una
Mosqueteras', cuyo single más existoso vibró por los parques más famosos de
nuestra querida Tierra:
'Una para todas y todas para la unidad'
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