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Cuando me
encontré desnudo como un alfiler comprendí
Comprendí
algo indecible, comprendí con todo mi ser aunque mi pobre cabeza siga aún
buscando como una rueda que por inercia gira.
De joven
creía en mundos y maestros.
Durante
tiempo estuve atrapado en los ropajes.
Hay ropajes
de pureza, de despertar, de iluminación, de maestro o de alumno, e incluso de
perdón.
Pero todo
esto no son más que manifestaciones cambiantes, diferentes ropajes del único
Ser.
Los trajes
carecen de movimiento, debe haber una persona que los lleve.
Antaño pensaba
lograr alguna meta, pero la verdad es que no hay nada que hacer, ningún lugar
adonde ir, si no es descubrir la persona autentica que ya somos.
En todas
partes, la gente habla del camino espiritual; dicen que si uno se esfuerza en
la práctica obtiene el fruto de la misma.
No os
equivoquéis; aunque alcancéis logros en la práctica, eso no es más que la causa
y el efecto de la acción en el ciclo de nacimiento y muerte.
El esfuerzo
arduo, el trabajo duro, todo eso es muy gratificante para el ego, siente que ‘él’
lo puede lograr, siente que ‘existe’ y ahí se auto perpetúa.
Obviamente
este no es un mensaje muy atractivo para la mayoría de los buscadores.
La idea de
que tú no vas a conseguir lo que deseas no vende.
Lo que vende
es decir que si lo haces bien, si lo perfeccionas, y te esfuerzas en ello, si
eres suficientemente diligente, ‘Lo Conseguirás’.
Comprendí
que la vida es difícil y dolorosa por su propia naturaleza, no porque hagamos
algo mal.
Todo el
mundo ha experimentado ciclos buenos y malos, de felicidad e infelicidad, de
arriba y abajo, según lo dictamina la mente.
Sin embargo,
la mente se niega a aceptar que estos ciclos son inevitables y esta negativa
implica frustración e infelicidad.
Es a este
tipo de frustración y de infelicidad, y
no al dolor o placer del momento a lo que las Enseñanzas se refieren como el sufrimiento
en la vida.
La
aceptación de la existencia de estos ciclos significa reconocer el hecho de la
vida y por tanto no implica una actitud ‘fatalista’.
La
aceptación de estos ciclos, tan solo significa la observación desapasionada de
estos ciclos como parte invitable de la vida sin que la mente se vea
involucrada en ellos.
‘Esto
también pasará’ es una actitud excelente ante la vida que evita frustración
innecesaria.
Ir con el
flujo no significa ser indiferente a aquello que cada momento nos trae.
No significa
‘desapego’.
Ir con el
flujo significa disfrutar de los placeres que nos trae cada momento,
precisamente porque no durarán; de manera análoga, significa afrontar el dolor
que nos trae la vida de la mejor manera posible, sabiendo que también pasará.
La notable
consecuencia de aceptar la vida e ir con el flujo es que los placeres parecen
traer más placeres y los dolores menos dolores.
En otras
palabras, ir con el flujo trae consigo un estado de paz y armonía, de gracia y
bienestar y nos conduce a la completa alegría de ser.
Sólo una
mente libre de la preocupación que se genera cuando piensas que es el hacedor puede
ser receptiva a la paz y la tranquilidad en el día a día fenoménico.
Además, sólo
una mente de este tipo, no fragmentada y limitada por la sensación de que uno o
los demás son hacedores de sus acciones, puede ser receptiva a la experiencia
de la consciencia ampliada a la que generalmente se denomina experiencia
mística.
Sólo una
mente en este estado, absolutamente desprovista de la sensación de ser el
hacedor, puede permanecer libre de cualquier sensación de separación.
Y la
ausencia de separación significa la presencia del amor.
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