Antes de hablar o de hacer algo, es preferible estar en paz.
En vez de actuar desde la mente parlanchina que te arrastra al drama y al conflicto, puedes hacerlo desde el silencio y la paz.
Observa a la mente sin implicarte en ella, sin luchar, sin tratar de controlarla.
Respira hondo, sé consciente de que no eres el pensador que habla en tu cabeza, sino el testigo de esos monólogos y, cuando estés en paz, actúa según lo que sientas.
No tienes que conseguir nada del mundo exterior ni resolver un problema para ser feliz.
Primero es la paz, y luego actuar sobre el problema (Aunque, cuando sientes una paz profunda, te das cuenta de que no hay problemas).
Y puedes hacer en el mundo con más eficacia.
Observa los miles de pensamientos inútiles que van y vienen, las circunstancias del mundo que cambian sin cesar.
Observa desde tu centro cómo todo evoluciona sin tu concurso, sé consciente de la paz silenciosa y actúa desde ella.
Así puedes extender la paz en el mundo.
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