Los días pasarán, como pasan las estaciones.
Invierno y verano se suceden sin pedir permiso, y yo, en mi rincón de paredes cambiantes, seré siempre un poco más nuevo, un poco menos igual.
Quizás me mude a otra ciudad, a otra vida, y mis pasos resonarán en calles que aún no conozco.
Escucharé música distinta, veré películas olvidadas, y en cada cambio, una parte de mí se irá transformando.
Contaré mis canas con una sonrisa cómplice, como quien suma historias y anécdotas en silencio.
Algunas costumbres que me abrazaban se irán, dejando espacio para nuevas maneras de ver el mundo y sus misterios.
Cada día, una versión distinta de mí mismo, un ser en constante metamorfosis, como las mariposas que sin darse cuenta se transforman en algo distinto y bello.
Y en cada encuentro, me presentaré de nuevo, como si la vida me diera una y otra vez la oportunidad de redescubrirme, de aprender a ser yo mismo.
Las experiencias, como pinceles invisibles, pintan mi alma con colores que antes no conocía, y el contacto humano, ese cálido abrazo de la vida, me moldea, me enseña, me transforma sin pausa.
Mañana, tal vez, seré otro en la misma piel, y miraré el espejo con ojos sorprendidos.
Porque vivir es eso, cambiar y seguir cambiando, en un baile perpetuo de días y noches, donde cada paso nos lleva a un lugar nuevo, a un yo distinto, más pleno, más real.
Y en cada transformación, me acercaré un poco más a la esencia de lo que soy, a la verdad de ser humano.
Francisco J. Zárate
Fuente: Pensamiento alienígena
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