miércoles, 8 de febrero de 2023

Ajedrez Con La Muerte


 Era una noche fría y oscura, Daniel bebía un café sentado en su sillón favorito, en la sala de su casa.

Su familia dormía y el reflexionaba tantas cosas que perdió la noción del tiempo.

Eran las tres de la mañana, llevó su tasa vacía al lavaplatos y abrió el refrigerador para prepararse un refrigerio.

Cuando cerró la puerta vio junto a él una figura muy conocida, pero nada preciada.

La espectral imagen le arrebató el hambre en un instante.

El ente lo miró fijamente y le dijo con voz tenue:

- ¿Sabes a que he venido?

Daniel asintió con la cabeza y dijo:

- Si, lo sé. Ya es hora.

La muerte confundida le preguntó a su víctima:

- ¿No vas a llorar? Todos lo hacen, se arrodillan y suplican, juran que serán mejores, ruegan por una oportunidad. ¿Tú por qué no?

Temeroso, y aún con un nudo en la garganta, Daniel le respondió:

- ¿De qué sirve? Nunca me darás otra oportunidad, tu solo haces tu trabajo.

- Cierto, solo hago mi trabajo.

Asintió la muerte.

- ¿Puedo despedirme de mi familia?

Pidió Daniel con la ligera esperanza de recibir un sí.

- Tú has dicho que sólo hago mi trabajo, yo no decido la hora ni el lugar, mucho menos los detalles, lo siento mucho, dijo la muerte.

- No tienes porque disculparte, así es esto.

Mencionó Daniel.

- Poca gente piensa en su familia en la vida, pero al llegar este momento todos piden lo mismo.

Le contesto la muerte.

- No lo entiendes dijo Daniel con tono de reproche, yo perdí a mi padre cuando tenía 15 años y mi sufrimiento fue grande, pero mi hija menor tiene tan solo 4 años, déjame decirle que la amo.

- Tuviste 4 años para decírselo, tuviste muchos días libres, muchos cumpleaños, fiestas y momentos en que pudiste decirle a tu hija que la amas. ¿Por qué solo pensaste en tu hija?

Preguntó la muerte.

- Mi hijo mayor no me creería, y mi esposa, a ella no creo que le interese si la amo o no. Nos hemos distanciado mucho, pero mi niña, no hay día que entre yo por la puerta y no esté ahí para recibirme con un beso.

Respondió Daniel.

- Deja de hablar ya se hace tarde.

Interrumpió la muerte.

- Está bien, ¿Sabes? Este momento hace que mucha gente haga conciencia de su vida, lástima que sea demasiado tarde. Dijo Daniel.

Salieron ambos al patio, un extraño tren aguardaba en la calle y lo abordaron.

- No todo es aburrido en el más allá, no te puedo decir lo que pasará al llegar, pero te propongo que juguemos ajedrez para matar el tiempo.

Le pidió la muerte a Daniel.

Con una sonrisa y una lágrima Daniel dijo:

- Que curioso, creí que no tenías sentido del humor.

El juego inició.

Daniel no se calmaba aunque comenzó ganando, consiguió un alfil y un caballo.

Pero era obvio que eso no lo alegraba.

La muerte le preguntó:

- ¿A qué te dedicabas en vida?

- Soy... es decir, era un simple empleado en una fábrica de calzado.

Contesto Daniel.

Muerte: - ¿Obrero?

Daniel: - No. Trabajaba en la administración.

Muerte: - ¡Ah! Supongo que tú te encargabas de ver si algo faltaba en producto o dinero.

Daniel: - Si, en parte así era.

Muerte: - No lo entiendo.

Daniel: - ¿No entiendes qué?

El que ustedes teniendo tantas cosas que hacer se encierran en el trabajo, se olvidan de los sentimientos, no les importan los demás, se vuelven egoístas y violentos, para que al final cuando llegó a visitarlos, me muestren ternura, humildad, tristeza, miedo, e incluso lloren. ¿Por qué esperar a que llegue yo, si ya nada podrá hacer?

Preguntó la muerte.

- ¡No lo sé!

Respondió Daniel.

- En cambio yo, soy un simple peón, haciendo lo que debo hacer y nada más. Mientras ustedes son dueños de su propia vida, capaces de decidir qué harán con ella, ¿y para qué? Si su peor decisión es desperdiciar su vida.

Aseveró la muerte.

- Te creí más cruel.

Comentó Daniel.

- Nada es lo que parece.

Dijo la muerte.

El silencio reinó por unos instantes mientras Daniel con una buena jugada ponía en jaque a la muerte.

- Dime, preguntó la muerte. ¿Qué pensabas cuando te casaste?

- Pensaba en ser feliz, en formar una linda familia, en formar parte de la sociedad.

Contesto Daniel.

Muerte: - ¿Y lo lograste?

Daniel la miro molesto y con un par de lágrimas escurriéndole, respondió:

- ¿Es broma verdad? Me encontraste solo en mi cocina durante la madrugada, y te pedí despedirme de mi hija. Es obvio que no lo hice. Si hubiese mostrado más amor a mi familia la despedida no hubiera sido necesaria.

Ya las lágrimas se habían secado del rostro de Daniel y de pronto exclamó suavemente, "¡Jaque Mate!"

La muerte sonrió y dijo:

- ¡Felicidades!

Suspiró Daniel y respondió:

Es una pena que no sirva de nada, no me importaba ganar, de todos modos ya estoy aquí. Un simple juego de ajedrez no aleja mi mente de mi familia, de mis hijos, y de mi esposa.

Las lágrimas brotaron de nuevo en el rostro de Daniel quien se cubrió el rostro con ambas manos. Y mientras el sollozaba la muerte exclamó:

- ¡Llegamos!

Daniel jalo aire para calmarse, y al abrir los ojos estaba de nuevo sentado en su viejo sillón, se secó las lágrimas, eran las 6 con 45 minutos de la mañana.

Y en lugar de gritar, ¡Estoy vivo! Cómo lo haría cualquier otro, salió al patio y dijo con voz tenue:

- Gracias.

Caminó de regreso al interior de su casa, entró a la habitación de su hija, la tomó en sus brazos y fue donde su hijo dormía, le hizo cosquillas en los pies y le dijo:

- ¡Hijo! Despierta que es domingo.

- ¿Me despiertas para decirme que es domingo? Molesto replicó el muchacho.

- No hijo, los desperté para decirles que los amo.

"No esperes a jugar ajedrez o lo que sea con la muerte, mucho menos esperes pedir más tiempo. Hazlo ahora y dile a tus seres queridos que los amas."

 

Autor desconocido

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