Quisiera vender mi enojo
y no verme como un necio,
yo daría a cualquier precio,
si a mi llama le quitaran lo rojo.
El enojo daña a la gente,
a la gente más cercana,
al hermano y a la hermana,
que de lo mío son inocentes.
¿Quién no ha sentido culpa
después de enojarse?
Se siente como meterse a la lluvia
y después querer secarse,
o de correr y ver atrás
y luego tropezarse,
el golpe no se quita
y cómo cuesta levantarse.
Como quisiera vender mi enojo
y no mendigar migajas de perdón.
Pues más vale quitar lo negro de lo rojo
con que está pintado el corazón.
Cristhian J. Rodriguez