Cuando dejas de sentir carencias, todas las cosas vuelven a tí.
Cuando cesas de pelearte con el mundo, todos se acercan para hablarte de amor.
Cuando aceptas, transformas.
Cuando te atreves a intentar lo nuevo, desaparecen los condicionamientos y el mundo te sorprende.
Cuando te vuelves blando/a como el agua, penetras todos los poros de la tierra. ...
Cuando comienzas a mirarte, desaparece el mundo. Cuando dejas ir lo que no es para tí, ese vacío atrae lo que realmente te pertenece.
Cuando te pierdes, te encuentras.
Cuando te decides, esa determinación encuentra a quién eres, y te susurra lo que quieres.
Cuando renuncias a la guerra, ganas la batalla.
Cuando aquietas tu mente, todo un universo se pone a tus pies.
Cuando no te apresuras, todo se acerca hacia tí.
Cuando dejas de querer controlar, el mundo se acomoda a sí mismo.
Cuando eliges no reaccionar, cambia el resultado.
Cuando aceptas los cambios y la incertidumbre, dejas de sufrir.
Cuando te vuelves humilde, el mundo te pertenece. Cuando te encuentras a tí mismo/a, cesa la búsqueda. Cuando abrazas tu dolor, lo conviertes en amigo.
Cuando te vuelves consciente, aparece el Gran Espíritu.
Cuando cesas de pelearte con el mundo, todos se acercan para hablarte de amor.
Cuando aceptas, transformas.
Cuando te atreves a intentar lo nuevo, desaparecen los condicionamientos y el mundo te sorprende.
Cuando te vuelves blando/a como el agua, penetras todos los poros de la tierra. ...
Cuando comienzas a mirarte, desaparece el mundo. Cuando dejas ir lo que no es para tí, ese vacío atrae lo que realmente te pertenece.
Cuando te pierdes, te encuentras.
Cuando te decides, esa determinación encuentra a quién eres, y te susurra lo que quieres.
Cuando renuncias a la guerra, ganas la batalla.
Cuando aquietas tu mente, todo un universo se pone a tus pies.
Cuando no te apresuras, todo se acerca hacia tí.
Cuando dejas de querer controlar, el mundo se acomoda a sí mismo.
Cuando eliges no reaccionar, cambia el resultado.
Cuando aceptas los cambios y la incertidumbre, dejas de sufrir.
Cuando te vuelves humilde, el mundo te pertenece. Cuando te encuentras a tí mismo/a, cesa la búsqueda. Cuando abrazas tu dolor, lo conviertes en amigo.
Cuando te vuelves consciente, aparece el Gran Espíritu.
Autor desconocido
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