Las opiniones de los demás, son realmente de los demás, aún cuando estas nos incluyan; ya no importa.
Dejamos las certezas, solo porque ya no estamos seguros de nada; tampoco hace falta.
Dejamos de interpretar.
Dejamos de juzgar, porque nada está bien o mal, sino más bien lo que cada uno eligió para su vida.
Vivimos de acuerdo a lo que sentimos.
Entonces por un segundo, solo por un segundo, el lago de nuestras emociones se aquieta y entendemos que es vivir sin miedo.
Es hacer lo que alegra el corazón en ese momento.
Y nada más.
Desconozco el autor
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