Un
maestro tenía un discípulo que no había aprendido a controlar sus emociones.
Esto
lo llevaba a cometer numerosos errores.
Para
ayudarlo, el maestro le contó esta historia:
‘Después
de largos años de trabajo y esfuerzo, un campesino había acumulado trescientos
lingotes de oro, que constituían toda su fortuna. Cuando se dio cuenta de que tenía
una riqueza tan grande, se volvió temeroso de que alguien se la robara. Aunque escondió
los lingotes en varios lugares de su casa, ninguno le parecía suficientemente
seguro. Una noche, se levantó de su cama en medio de la oscuridad y enterró el
oro en su jardín. Pero era tal el miedo y su deseo de ocultar de los demás la
existencia del tesoro, que colocó en el lugar donde lo había enterrado un
cartel que decía: ‘Aquí no hay trescientos lingotes de oro’.
A
la mañana siguiente, su vecino vio el cartel, desenterró el oro y se lo llevé.’
Después
de escuchar este relato, el alumno comprendió que la falta de control de las
propias emociones puede conducir a errores absurdos e irreparables.
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