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Dice un proverbio taoísta
que en ocasiones es mejor dejarte
llevar por el agua que tratar de nadar río
arriba contracorriente,
pues eso solo desgastaría tu energía.
Intenta tomar el camino en
el cual puedas
fluir suavemente con la corriente y preservar tu energía,
y
espera que llegue el mejor momento para luchar.
Sé paciente; el éxito toma
tiempo.
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Mihaly
Csikszentmihalyi es conocido por sus estudios sobre la felicidad, creatividad y
la arquitectura del fluir de la mente.
En
una ocasión dijo:
“La represión no es el camino a la
virtud.
Cuando la gente se abstiene por miedo,
sus vidas se ven disminuidas y
mutiladas.
Solo a través de las cosas libremente
elegidas
se puede disfrutar de la vida y aun
así
mantenerse dentro de los límites de la
razón”.
En
su obra principal ‘Fluir’ esboza su teoría de que las personas son mucho más
felices cuando están simplemente fluyendo en un estado mental de concentración
o absorción plena con la actividad en cuestión y la situación presente.
La
idea del flujo es idéntica a la sensación o definición de estados de plenitud.
Un
sentimiento que tenemos a veces y que se caracteriza por un alto grado de
compromiso, satisfacción, interés, absorción y dedicación.
Donde
nuestras habilidades son múltiples, y podemos llegar a pasar por alto lo más
elemental como comer, beber, etcétera.
Cuando
estamos fluyendo el ego desaparece, el tiempo se va, vuela.
Y
cada acción, cada movimiento, cada pensamiento, sigue inevitablemente un
encadenado fundido con el anterior.
Es
como tocar una partitura con los ojos tapados.
El
todo está presente, vinculando todas las inteligencias al máximo.
Ese
estado de fluir tiene nueve estados que componen el fluir pleno; es como un
equilibrio, reto, habilidad, fusión, acción y sensibilización inequívoca.
Donde
la tarea en cuestión, la paradoja del control o del poder, la ilusión del
tiempo o la pérdida de conciencia, se funden.
Para
lograr esos estados de flujo, el equilibrio debe de ser alcanzado entre la
habilidad contemplativa y el desafío de fundirse en el fluir, sin dejar de ser
uno mismo.
Si
lo que pretendemos hacer es demasiado fácil, o demasiado difícil, no se puede
fluir… porque hay tensión.
Así
pues, el nivel de habilidades, inteligencias, el desafío y los resultados
deben de caminar a la par.
El
resultado del fluir garantiza la adquisición de una personalidad autotélica
-una persona que realiza solo actos porque son intrínsecamente gratificantes,
en lugar de alcanzar objetivos externos-.
La
personalidad autotélica es un rasgo de aquellos individuos que son capaces de
disfrutar en todas las situaciones, incluso en aquellas que otros encontrarían
duras, miserables o inaceptables.
Entre
las características de estas personas esta la curiosidad científica,
perseverancia, humildad, compasión y generosidad.
La
felicidad se puede ir entrenando
El
concepto del fluir me recuerda tremendamente el Tao, en la búsqueda de la
felicidad ultima en el arte de barrer el suelo del monasterio.
Mihaly
Csikszentmihalyi tuvo una infancia de miseria y pérdida de familiares en la
guerra.
Pero
en mitad de todo eso descubrió la teoría del ajedrez, y eso le salvó de lo
sórdido del momento.
Años
más tarde recordaría esa anécdota para hablar del fluir:
‘la
felicidad no es un estado fijo, pero se puede ir entrenando’.
Los
mejores momentos de las personas ocurren cuando el cuerpo o la mente se estiran
más allá de sus límites, pero en un esfuerzo voluntario.
Solo
así la experiencia es óptima, y entonces sucede algo: la felicidad.
Hay
algunos seres que han desarrollado tan bien el “fluir” que son capaces de
mantener la calma en cualquier circunstancia, incluso en los momentos de
mayor adversidad, transformando un desafío en una bendición.
Pero
¿cómo podemos controlar el flujo de la conciencia?
Csikszentmihalyi narra
en sus investigaciones cómo la cantidad de información que el cerebro puede
procesar a la vez depende mucho de la atención que estamos prestando a la
posibilidad que hemos escogido.
Ese
es el mayor problema, escoger en el múltiple fluir.
El
neocórtex está abierto a todas las entradas disponibles, y sin la atención
plena del resto del cerebro, podríamos acabar confundidos con el fluir, más que
fundidos.
Cuando
nos concentramos en una de las propuestas del neocórtex, tenemos el control de
la atención plena en el momento presente, y somos conciencia.
Los
pensamientos o emociones negativas ya no pueden entrar en la mente.
El
cerebro está tan ocupado concentrado en una sola cosa, que olvida el resto.
El
fluir es como la atención plena, la meditación o el yoga.
El
Hatha Yoga es un buen ejemplo para describir lo que sucede cuando la energía
esta fluyendo a lo largo de un único canal de conciencia.
El
fluir es yoga, es alegría desinteresada y concentración disciplinada del
cuerpo. Ahora quizás algunos pueden entender por qué algunos yoguis se han
pasado horas y horas en esas asanas tan contorsionadas y sonreír.
Es
un estado interno de armonía que fluye.
El
yoga pretende alcanzar moksha, la liberación del yo, que no es más que una
combinación de tres elementos fundamentales: sat- chit- ananda, o ser
conciencia y bienaventura.
Podemos
usar el modelo del “fluir” para describir la práctica del yoga, y explicar por
qué las personas que se dedican a hacer yoga o meditar son muy felices y
pacificas, pues están en el rio del fluir.
Otra
reflexión a colación del fluir nos la ofrece Aristóteles, el filósofo griego
quien nos enseñó que ’la felicidad no se puede identificar con el placer’.
Mientras
que una experiencia placentera es un estado pasivo, la experiencia del fluir es
un estado activo, que está completamente bajo el control de la atención plena.
El
camino hacia la felicidad no se encuentra en el hedonismo placentero sin
sentido, sino en el desafío consciente de ir más allá de nuestros límites, y
fluir con lo que la vida nos ofrece.
Koncha Pinos Pey