Muro
de llamas, puente de lágrimas....
Copo
de nieve sobre eslabones recién forjados.
Para
que un matrimonio dure, una pareja tiene que atravesar grandes tribulaciones y
penurias.
Es
como el proceso de forjar y unir eslabones de acero.
El
hierro debe ser calentado una alta temperatura y luego sumergido en agua fría.
Un
matrimonio alterna entre el calor de la pasión y el amor, y los gélidos
momentos de la tragedia, el conflicto y la adversidad.
Un
matrimonio perdurable se vuelve como acero templado.
Es
difícil ir solo por la vida.
Todos
necesitamos el apoyo y el sentido de pertenencia que vienen de trabajar hacia
metas compartidas con otro.
Para
que esa relación funcione, tiene que haber una compatibilidad básica de
valores, perspectivas y propósito.
El
que marido y mujer deben ser amigos además de amantes es un cliché inadecuado.
Una
pareja puede conocer una lealtad que no se encuentra en ningún otro tipo de
relación.
Pero
incluso ante tal fuerza, el Tao nos recuerda la necesidad de la moderación.
A
la larga, toda relación es temporal.
El
falso apego a otro puede volverse una adicción, una esclavitud voluntaria en
detrimento de una percepción clara.
No
deberíamos amarrar a otro a nosotros, no deberíamos definirnos a nosotros
mismos por nuestro matrimonio, ni deberíamos forzar a otro a quedarse con
nosotros.
Pero
si se nos permite la posibilidad de caminar juntos, ¿quién habría de cuestionar
nuestra elección de compañeros de camino?
Cuando
llegue el momento de separarse, es tiempo de separarse. No debería haber
arrepentimientos.
La
belleza del matrimonio es como la efímera perfección de un copo de nieve.
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