domingo, 31 de julio de 2016

El Jengibre Y Sus Beneficios Para La Salud




El jengibre es una raíz de origen oriental, que se cultiva principalmente en China, aunque en la India también es un alimento habitual y su uso se está extendiendo cada vez más en todo el mundo.
Pero, ¿tienes idea de qué beneficios se esconden en esta raíz? ¡Son muchos!,y hoy queremos compartirlos contigo para que los integres a tu vida.

#1 Regula el metabolismo
El consumo de jengibre facilita la absorción de los nutrientes de los alimentos. De hecho, promueve que los compuestos esenciales lleguen donde deben.
Por otra parte, si tienes falta de apetito un poco de jengibre fresco antes del almuerzo puede ayudarte con honores.

#2 Quita el mareo
Si vas de viaje con toda tu familia y siempre te mareas, la próxima vez ya no será así. Antes del viaje empaca un trozo de jengibre y si te apetece ponle un poco de miel, luego mastícalo y ya está, no tendrás de qué preocuparte.

#3 Combate las náuseas
Así como puede ser beneficioso a la hora de viajar por los mareos, también es bueno para evadir las náuseas.
En las mujeres embarazadas, por ejemplo, que suelen sufrir mucho más por la mañana como síntoma de esta nueva etapa que comienzan a vivir, es un remedio natural excelente para combatir las náuseas.

#4 Disminuye el dolor muscular y en las articulaciones
El jengibre tiene propiedades antinflamatorias, que pueden traer alivio a las personas que sufren de las articulaciones o aquellas que realicen deportes de alto rendimiento y suelan sufrir dolores musculares.
El consumo de 2 gramos por día durante 11 días, te harán notar un cambio en tu cuerpo que se sentirá más aliviado del malestar.

#5 Baja los niveles de azúcar y de riesgo cardíaco
Este tubérculo también tiene grandes propiedades antidiabéticas y quedó demostrado en un estudio realizado en 2015 en el que varias personas con diabetes tipo 2 consumieron 2 gramos de polvo de jengibre por día y su nivel de azúcar en sangre bajó un 12%.
En cuanto a la reducción del riesgo de sufrir un ataque cardíaco, también es un gran aliado, ya que promueve la reducción de los niveles de colesterol y lipoproteínas.

#6 Es un gran aliado contra la congestión
Prepárate un té de jengibre y ve a la cama para aniquilar esa congestión que se está robando tu salud. Puedes estar segura: además de disfrutar de uno de los mejores, tés dormirás como un bebé.

#7 Reduce los dolores menstruales
La mayoría de las mujeres sufrimos de dolores menstruales en nuestro ciclo, principalmente en los primeros 3 días.
Consumir 1 gramo de jengibre por día durante esos primeros 3 reducirá notoriamente tu dolor, tanto o más que un ibuprofeno. ¡Increíble! ¿No lo crees?

#8 Previene el cáncer
Gracias a su gingerol, el jengibre es un gran aliado para prevenir el cáncer. Así se demostró en un estudio realizado a 30 personas que consumieron 2 gramos de extracto de este tubérculo por día.
Es bueno tanto para el cáncer de mama, como el de ovarios, páncreas y colon.

#9 Batalla contra el asma
Una cucharadita de jugo de jengibre con un poco de miel actúa como expectorante. Esta es una de las propiedades por las que el jengibre es tan conocido.

#10 Mejora las funciones del cerebro
Puede ser de gran ayuda para prevenir una enfermedad como el alzheimer, que se caracteriza por la pérdida de memoria con el correr de los años.
Hay estudios realizados en animales que sugieren que los compuestos del jengibre ayudan a inhibir las inflamaciones que ocurren en el cerebro.
Por otra parte, en un estudio realizado a mujeres, el consumo de este tubérculo mejoraba su memoria de trabajo y tiempo de reacción.

#Como hemos podido comprobar, el jengibre es MUY beneficioso para nuestro organismo en muchos sentidos.

#Pero esto no es todo: también se recomienda su consumo para el tratamiento de cataratas, enfermedades del corazón, migrañas, accidentes cardiovasculares, depresión, infertilidad, cálculos renales, angina de pecho y pie de atleta...


sábado, 30 de julio de 2016

Cada Persona Que Encontramos


http://4.bp.blogspot.com/-0ak6SgeNvIY/VBjrWzf8HrI/AAAAAAACHZI/EVFRXN6mdQI/s1600/0618gif%2Bpaisaje.gifCada persona que encontramos en nuestro camino es una oportunidad de aprender.
Si hay alguien en tu vida con quien te es más difícil relacionarte, míralo como tu maestro, porque es quién te muestra el límite de tu amor, hasta dónde eres capaz de amar a alguien.
También te muestra el ego tuyo que no has aprendido a trascender.
 
Eihei Dogen

El Gigante Egoísta


Cada tarde, a la salida de la escuela, los niños se iban a jugar al jardín del Gigante. Era un jardín amplio y hermoso, con arbustos de flores y cubierto de césped verde y suave. Por aquí y por allá, entre la hierba, se abrían flores luminosas como estrellas, y había doce albaricoqueros que durante la primavera se cubrían con delicadas flores color rosa y nácar, y al llegar el otoño se cargaban de ricos frutos aterciopelados. Los pájaros se demoraban en el ramaje de los árboles, y cantaban con tanta dulzura que los niños dejaban de jugar para escuchar sus trinos.
-¡Qué felices somos aquí! -se decían unos a otros.
Pero un día el Gigante regresó. Había ido de visita donde su amigo el Ogro de Cornish, y se había quedado con él durante los últimos siete años. Durante ese tiempo ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, pues su conversación era limitada, y el Gigante sintió el deseo de volver a su mansión. Al llegar, lo primero que vio fue a los niños jugando en el jardín.
-¿Qué hacen aquí? -surgió con su voz retumbante.
Los niños escaparon corriendo en desbandada.
-Este jardín es mío. Es mi jardín propio -dijo el Gigante-; todo el mundo debe entender eso y no dejaré que nadie se meta a jugar aquí.
Y, de inmediato, alzó una pared muy alta, y en la puerta puso un cartel que decía:
ENTRADA ESTRICTAMENTE PROHIBIDA
BAJO LAS PENAS CONSIGUIENTES
Era un Gigante egoísta...
Los pobres niños se quedaron sin tener dónde jugar. Hicieron la prueba de ir a jugar en la carretera, pero estaba llena de polvo, estaba plagada de pedruscos, y no les gustó. A menudo rondaban alrededor del muro que ocultaba el jardín del Gigante y recordaban nostálgicamente lo que había detrás.
-¡Qué dichosos éramos allí! -se decían unos a otros.
Cuando la primavera volvió, toda la comarca se pobló de pájaros y flores. Sin embargo, en el jardín del Gigante Egoísta permanecía el invierno todavía. Como no había niños, los pájaros no cantaban y los árboles se olvidaron de florecer. Solo una vez una lindísima flor se asomó entre la hierba, pero apenas vio el cartel, se sintió tan triste por los niños que volvió a meterse bajo tierra y volvió a quedarse dormida.
Los únicos que ahí se sentían a gusto eran la Nieve y la Escarcha.
-La primavera se olvidó de este jardín -se dijeron-, así que nos quedaremos aquí todo el resto del año.
La Nieve cubrió la tierra con su gran manto blanco y la Escarcha cubrió de plata los árboles. Y en seguida invitaron a su triste amigo el Viento del Norte para que pasara con ellos el resto de la temporada. Y llegó el Viento del Norte. Venía envuelto en pieles y anduvo rugiendo por el jardín durante todo el día, desganchando las plantas y derribando las chimeneas.
-¡Qué lugar más agradable! -dijo-. Tenemos que decirle al Granizo que venga a estar con nosotros también.
Y vino el Granizo también. Todos los días se pasaba tres horas tamborileando en los tejados de la mansión, hasta que rompió la mayor parte de las tejas. Después se ponía a dar vueltas alrededor, corriendo lo más rápido que podía. Se vestía de gris y su aliento era como el hielo.
-No entiendo por qué la primavera se demora tanto en llegar aquí -decía el Gigante Egoísta cuando se asomaba a la ventana y veía su jardín cubierto de gris y blanco-, espero que pronto cambie el tiempo.
Pero la primavera no llegó nunca, ni tampoco el verano. El otoño dio frutos dorados en todos los jardines, pero al jardín del Gigante no le dio ninguno.
-Es un gigante demasiado egoísta -decían los frutales.
De esta manera, el jardín del Gigante quedó para siempre sumido en el invierno, y el Viento del Norte y el Granizo y la Escarcha y la Nieve bailoteaban lúgubremente entre los árboles.
Una mañana, el Gigante estaba en la cama todavía cuando oyó que una música muy hermosa llegaba desde afuera. Sonaba tan dulce en sus oídos, que pensó que tenía que ser el rey de los elfos que pasaba por allí. En realidad, era solo un jilguerito que estaba cantando frente a su ventana, pero hacía tanto tiempo que el Gigante no escuchaba cantar ni un pájaro en su jardín, que le pareció escuchar la música más bella del mundo. Entonces el Granizo detuvo su danza, y el Viento del Norte dejó de rugir y un perfume delicioso penetró por entre las persianas abiertas.
-¡Qué bueno! Parece que al fin llegó la primavera -dijo el Gigante, y saltó de la cama para correr a la ventana.
¿Y qué es lo que vio?
Ante sus ojos había un espectáculo maravilloso. A través de una brecha del muro habían entrado los niños, y se habían trepado a los árboles. En cada árbol había un niño, y los árboles estaban tan felices de tenerlos nuevamente con ellos, que se habían cubierto de flores y balanceaban suavemente sus ramas sobre sus cabecitas infantiles. Los pájaros revoloteaban cantando alrededor de ellos, y los pequeños reían. Era realmente un espectáculo muy bello. Solo en un rincón el invierno reinaba. Era el rincón más apartado del jardín y en él se encontraba un niñito. Pero era tan pequeñín que no lograba alcanzar a las ramas del árbol, y el niño daba vueltas alrededor del viejo tronco llorando amargamente. El pobre árbol estaba todavía completamente cubierto de escarcha y nieve, y el Viento del Norte soplaba y rugía sobre él, sacudiéndole las ramas que parecían a punto de quebrarse.
-¡Sube a mí, niñito! -decía el árbol, inclinando sus ramas todo lo que podía. Pero el niño era demasiado pequeño.
El Gigante sintió que el corazón se le derretía.
-¡Cuán egoísta he sido! -exclamó-. Ahora sé por qué la primavera no quería venir hasta aquí. Subiré a ese pobre niñito al árbol y después voy a botar el muro. Desde hoy mi jardín será para siempre un lugar de juegos para los niños.
Estaba de veras arrepentido por lo que había hecho.
Bajó entonces la escalera, abrió cautelosamente la puerta de la casa y entró en el jardín. Pero en cuanto lo vieron los niños se aterrorizaron, salieron a escape y el jardín quedó en invierno otra vez. Solo aquel pequeñín del rincón más alejado no escapó, porque tenía los ojos tan llenos de lágrimas que no vio venir al Gigante. Entonces el Gigante se le acercó por detrás, lo tomó gentilmente entre sus manos y lo subió al árbol. Y el árbol floreció de repente, y los pájaros vinieron a cantar en sus ramas, y el niño abrazó el cuello del Gigante y lo besó. Y los otros niños, cuando vieron que el Gigante ya no era malo, volvieron corriendo alegremente. Con ellos la primavera regresó al jardín.
-Desde ahora el jardín será para ustedes, hijos míos -dijo el Gigante, y tomando un hacha enorme, echó abajo el muro.
Al mediodía, cuando la gente se dirigía al mercado, todos pudieron ver al Gigante jugando con los niños en el jardín más hermoso que habían visto jamás.
Estuvieron allí jugando todo el día, y al llegar la noche los niños fueron a despedirse del Gigante.
-Pero, ¿dónde está el más pequeñito? -preguntó el Gigante-, ¿ese niño que subí al árbol del rincón?
El Gigante lo quería más que a los otros, porque el pequeño le había dado un beso.
-No lo sabemos -respondieron los niños-, se marchó solito.
-Díganle que vuelva mañana -dijo el Gigante.
Pero los niños contestaron que no sabían dónde vivía y que nunca lo habían visto antes. Y el Gigante se quedó muy triste.
Todas las tardes al salir de la escuela los niños iban a jugar con el Gigante. Pero al más chiquito, a ese que el Gigante más quería, no lo volvieron a ver nunca más. El Gigante era muy bueno con todos los niños pero echaba de menos a su primer amiguito y muy a menudo se acordaba de él.
-¡Cómo me gustaría volverlo a ver! -repetía.
Fueron pasando los años, y el Gigante se puso viejo y sus fuerzas se debilitaron. Ya no podía jugar; pero, sentado en un enorme sillón, miraba jugar a los niños y admiraba su jardín.
-Tengo muchas flores hermosas -se decía-, pero los niños son las flores más hermosas de todas.
Una mañana de invierno, miró por la ventana mientras se vestía. Ya no odiaba el invierno pues sabía que el invierno era simplemente la primavera dormida, y que las flores estaban descansando.
Sin embargo, de pronto se restregó los ojos, maravillado, y miró, miró…
Era realmente maravilloso lo que estaba viendo. En el rincón más lejano del jardín había un árbol cubierto por completo de flores blancas. Todas sus ramas eran doradas, y de ellas colgaban frutos de plata. Debajo del árbol estaba parado el pequeñito a quien tanto había echado de menos.
Lleno de alegría el Gigante bajó corriendo las escaleras y entró en el jardín. Pero cuando llegó junto al niño su rostro enrojeció de ira y dijo:
-¿Quién se ha atrevido a hacerte daño?
Porque en la palma de las manos del niño había huellas de clavos, y también había huellas de clavos en sus pies.
-¿Pero, quién se atrevió a herirte? -gritó el Gigante-. Dímelo, para tomar la espada y matarlo.
-¡No! -respondió el niño-. Estas son las heridas del Amor.
-¿Quién eres tú, mi pequeño niñito? -preguntó el Gigante, y un extraño temor lo invadió, y cayó de rodillas ante el pequeño.
Entonces el niño sonrió al Gigante, y le dijo:
-Una vez tú me dejaste jugar en tu jardín; hoy jugarás conmigo en el jardín mío, que es el Paraíso.
Y cuando los niños llegaron esa tarde encontraron al Gigante muerto debajo del árbol. Parecía dormir, y estaba entero cubierto de flores blancas.


Oscar Wilde

jueves, 28 de julio de 2016

La Confianza Del Guerrero


 La confianza de un guerrero no es la confianza del hombre común.


El hombre común busca la certeza en los ojos del espectador y llama a eso confianza en sí mismo; el guerrero busca la impecabilidad ante sus propios ojos y llama a eso humildad.


El hombre común está enganchado a su prójimo, mientras que el guerrero solo depende de sí mismo.

Don Juan Matus